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MARÍA JOSÉ DE SIMÓN

texto por Montserrat Salazar

El trabajo artístico de María José de Simón (Santander, 1963) ha sabido transformar los medios por los que se conduce su sensibilidad. Inquieta por experimentar la naturaleza de la belleza plástica, su práctica se ha construido a partir del refinamiento de su intuición, que se aleja cada vez más de los intentos de explicación del mundo, para dar paso a un tacto puro que no cuestiona ni exige algo de las cosas, sino que las experimenta como aquello que convive armónicamente con su sensibilidad.

 

Su pintura evoca la experiencia de espacios solitarios, donde el arte povera se hace presente al mostrar las acción desmedida que María José deja como huellas sobre el lienzo; sin líneas ni formas definidas que demuestren tensión, su obra mantiene viva la desundez de los materiales y la amplitud que la pintura ofrece. Inspirada en el valor y significado del color, así como en una pictórica que evoca a la crudeza del expresionismo abstracto, la obra de María José aparece ante quien la contempla como un residuo que la artista deja detrás de sí, como una manifestación íntima de la compenetración entre el lienzo y sus emociones. Es esta razón por la que el tamaño del campo de creación es para la artista un tema fundamental en su obra, donde las dimensiones del lienzo fungen como una extensión del cuerpo, que como agente que al desplazarse es creador de espacio, permite a la artista ahondar en una dimensión interna, que crea sin la explícita idea de “crear” algo que la propia pintura hace presente. Mediante capas de pintura raspadas y pequeños gestos presentes en empastes aleatorios, cada obra produce la sensación tanto de profundidad de campo, como profanación de la superficie, donde se aprecia un espacio abierto y habitable donde residen las huellas sensibles e impresiones perceptibles de María José; el interior, alejado de la rigidez de las formas, invita a contemplar la independencia de la obra como una extensión de la expresión viva de la artista.

 

Reflejo de su inherente interés por los detalles, el trabajo de María José de Simón invita a dejarse maravillar por las cosas más simples desde la experiencia de una sensibilidad de propia mano. Es de esta forma en que la artista encontró en el diseño de la joyería un vínculo con su trabajo pictórico, donde las nociones de peso y magnitud se hacen nuevamente presentes. Desde un lenguaje casi escultórico, estas piezas manifiestan su presencia en el peso mismo que los metales preciosos llevan a escalas íntimas. Dejando a primera vista la rayadura de una superficie, a propósito allanada por la necesidad de modelar las joyas, esta acción detalla la intención de María José por mostrar la belleza oculta en esta contrariedad, donde las minuciosas raspaduras conviven con la pedredía y otras nobles incrustaciones.

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