top of page

Fragmentos, despojos, silencio.

Jorge Juanes 

Amo la emoción que corrige la regla. Amo la regla que corrige la emoción. Es preciso descubrir, pero guardarse de explicar.

Georges Braque

La pintura se dedicó en gran parte de la historia a todo tipo de representaciones: religiosas, mitológicas, históricas, políticas, realistas, simbólicas...Pero a partir de las vanguardias, destacadamente con la pintura inobjetiva, se propuso explorar en esencia sus posibilidades intrínsecas: morfologías, problemática del color y de la línea, papel de la geometría, materiales, formatos, etcétera. Concentrada ya pues en sí misma, o sea, en el análisis de la complejidad de sus propios medios y poniendo en juego sus determinantes irreductibles, quiso ser ante todo sólo eso, pintura. Y para cristalizar la lógica rigurosa que define su proceder se dio a afirmar radicalmente una espacialidad bidimensional y plana capaz de confirmar y afirmar superficies netamente plásticas que dan lugar a cuadros que muestran, en términos estrictos, la diferencia de la pintura.

Pues bien, María José de Simón, que de su obra estamos hablando, nos ofrece una propuesta que se despliega dentro de las fronteras de la pintura y que incluye a la par, hay que advertirlo, los tonos anímicos expresivos de la propia artista. Lo hace mediante el uso de colores sordos, melancólicos, teñidos de silencio y poco dados al decorativismo fácil, en lo que podemos considerar una pintura de presagios que corresponde al “vacío de los tiempos” que nos ha tocado vivir. El rigor formal de la propuesta, forjada con planos que recuerdan ciertas sugerencias provenientes del abstraccionismo constructivo, incluye así la interioridad en acto, el estar consigo misma de María José de Simón. Pensemos en la co-pertenencia de la pintura como tal con el enigma del mundo (“El grito de la tierra”) y con el enigma existencial de quien permanece en “penumbras”. Queda lo que queda: dejarse poseer por tal ofrenda, ver, mirar, meditar, volver a ver.

bottom of page